domingo, 4 de marzo de 2012

Los agentes del Poder

Mirando los videos e imágenes de las cargas policiales del pasado 20 de marzo, uno no puede evitar hacerse una pregunta fundamental. Ante las gratuitas expresiones de violencia, ante acciones que, traspasando el límite de la preservación del orden ciudadano pasan a ser lo que, en cualquier otro contexto, obviando el uniforme policial, se consideraría una agresión con ensañamiento en toda regla, surge una pregunta inevitable: ¿Qué estará pasando por la cabeza de estos agentes?

Por una parte, tenemos la excusa de las autoridades, que tan solo menciono como detalle pintoresco, ya que se trata una justificación incoherente y falta de todo sentido: para unos, es una actuación proporcionada frente a unas supuestas agresiones físicas; para otros, no es más que estrategia policial, contra un enemigo organizado, y según los informes oficiales, los documentos verdaderamente vinculantes, las lesiones se explican porque los manifestantes “tropezaron y se hirieron al caer al suelo”, debemos suponer que repetidas veces, y encontrando en su camino las botas de la policía. Cada una de estas respuestas, más sorprendente que la anterior.

Por otra parte, no hay quien deja de ver esta acción como lo que es en un marco amplio: una estrategia de las instituciones del poder por mantener el orden mediante la violencia, y acallar una serie de voces críticas demasiado molestas, por el hecho de apuntar directamente al quid de la cuestión valenciana, que es la barra libre de gasto público de la que se han beneficiado sectores muy limitados de la gran burguesía nacional e internacional. Esta estrategia es, desde cualquier punto de vista, repugnante y vergonzosa, y así debería serlo para cualquier ciudadano con un mínimo de criterio.

No obstante, lejos de documentos institucionales y análisis sociopolíticos más amplios, en lo que me quiero fijar es en la faceta humana, en el ámbito de lo micro, lo personal. ¿Por qué una persona, por mucho uniforme que lleve, y por muchas órdenes que reciba, agrede de esta manera tan brutal a adolescentes pacíficos, que lo son, y que él sabe que lo son? ¿Por qué no se limita a cumplir con lo que se espera de él (despejar la vía pública) con un procedimiento más mesurado, que los hay? Para explicar el ensañamiento, e incluso, por qué no, la vileza que se observa en las actuaciones de ciertos agentes antidisturbios de este país (tales como provocar a los manifestantes, desde el escudo que les brinda su autoridad, para que éstos reaccionen y poder así cargar contra ellos), no puede pasar desapercibida la imagen al margen*.

Esta imagen prueba la conexión que, en muchos casos, existe entre la pertinencia a cuerpos de seguridad del estado, y un tipo determinado de personalidad. Theodor W.Adorno, sociólogo de mediados del siglo pasado, teorizó sobre este tipo de personalidad, caracterizada por la irracionalidad, la impulsividad o el pensamiento maniqueo (que no da lugar al consenso ni a términos medios), así como por la aceptación ciega de una autoridad superior y el deseo de imponer la propia autoridad sobre los rangos inferiores. Según Adorno, esta personalidad estaba ligada a ciertos ambientes familiares, y también a la frustración vital: al ver una persona incumplidas sus aspiraciones, canaliza esta tensión en forma de autoritarismo.

Aplicada la teoría al ejemplo, encontramos a un individuo, probablemente varón, que ha visto frustradas sus aspiraciones vitales, o que ni siquiera ha tenido unas, a causa del muchas veces sofocante sistema social en el que vivimos. Si esta persona desarrolla rasgos de esta personalidad autoritaria tenderá a buscar siempre situaciones de violencia, donde pueda imponerse a los demás mediante el uso de su fuerza, o simplemente, ejerciendo una autoridad, escudado en una placa, y encontrando satisfacción en el hecho de ordenar a otra persona lo que tiene que hacer. Esta teoría nos sirve ahora para hacer una reflexión. ¿Existen, entre los cuerpos de seguridad, actitudes favorables a este tipo de actuaciones? ¿Tienen las personas que tienen que velar por nuestra seguridad una especial afinidad por la violencia, o los valores irracionales y agresivos? ¿Podríamos llegar a pensar que incluso se premiara este tipo de actitud en ciertos cuerpos, como pueden ser los antidisturbios?

Si la respuesta a estos interrogantes fuera afirmativa, nos encontraríamos con un hecho preocupante: la utilización, por parte del poder, de cierto tipo de individuos violentos, para ejercer de brazo ejecutor de una violencia que éste no se puede permitir por su posición institucional. Es decir, los grandes poderes utilizarían agentes violentos para llevar a cabo sus acciones más turbias.

Por otro lado, dejemos de extrañarnos de esto, y pensemos en los camisas negras italianos, pagados por los grandes propietarios en los años 20, para intimidar o incluso asesinar a los representantes sindicales, o en el pistolerismo barcelonés de la misma época. Ahora pensemos en los simpatizantes seudofascistas que se han dejado ver últimamente por las manifestaciones de Valencia, para intimidar a ciertos sectores de los manifestantes, o provocar un enfrentamiento, y preguntémonos por qué no habían hecho acto de presencia antes de que este asunto adquiriera una trascendencia nacional.

*cabe señalar que la foto del margen no corresponde, como se ha pensado, a las cargas policiales de éstos días, sino que pertenece a un subinspector de policía que lo lucía durante los desalojos del barrio del Cabanyal en 2010; unos hecho, por cierto, que no todo el mundo recuerda con estos nuevos episodios de violencia policial, que no se alejan demasiado de aquellos otros.

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