sábado, 31 de marzo de 2012
Cosas de negocios
martes, 27 de marzo de 2012
Bienestar
Está claro que todo el mundo puede responder a la pregunta ¿qué es el bienestar? Y seguramente muchos responderían con imaginativas ocurrencias.
No obstante, el significado concreto de bienestar del que quiero hablar hoy va por otros prados, en concreto tiene relación con nuestro querido (aunque no por todos) Estado del Bienestar. En sociología, las fuentes de Bienestar (el trabajo, la familia y el Estado social) son aquellas organizaciones o agentes sociales que constituyen nuestro sustento, nos aportan recursos y protección (luego volveremos sobre esto), y fundamentalmente, constituyen la principal barrera ante la exclusión social. Una persona que no tiene recursos por vía del trabajo, como los niños, los jubilados, los parados o los dependientes, puede estar perfectamente integrado en la sociedad, incluso contarse entre los miembros de las clases acomodadas, si cuenta con el sustento de su familia, o del Estado social. Estos pertenecen a lo que se llama “pobreza integrada”, y los considero un ejemplo bastante ilustrativo para comprender el concepto de “fuentes del bienestar”.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando las fuentes del bienestar desaparecen? La respuesta es simple: pobreza económica y exclusión social. Cuando una persona que no cuenta con un trabajo pierde el sustento de su familia, o la subvención del estado, entra en un proceso de deterioro no solo de su economía, sino de sus relaciones sociales y personales o su vida cultural.
Pues bien, esto es lo que está pasando en los últimos tiempos. Con los continuos ataques al estado social se desmonta el primer pilar del bienestar; con la desregulación y flexibilización del mercado de trabajo se convierte al segundo pilar en una estaca quebradiza que en cualquier momento puede astillarse y ceder. Por último, solo queda el sustento de la familia, en pleno proceso de reestructuración (que no desestructuración) debido a los cambios en los modelos familiares, y a la vez también sustentada por los otros dos pilares, por lo que constituye un apoyo cada vez menos firme.
A éste análisis, que para muchos habrá sido un empacho considerable de sociología, es a la que uno llega cuando se plantea las causas del aumento de la pobreza y la exclusión. No obstante, falta un punto, el esencial en este artículo. Esta situación provoca una reacción: la incertidumbre. Aunque la población no sea consciente en términos sociológicos de este cambio de tendencias en las fuentes del bienestar, son conscientes de que algo está perdiendo certeza en su día a día. La función principal de los agentes del bienestar, que es proporcionar seguridad y un horizonte de futuro mínimamente estable, se debilita, ya no puede ser satisfecha por las fuentes clásicas. El efecto de esto es tan simple como desolador: se produce una demanda de bienestar. Y por doquier surgen ofertas dispuestas a satisfacer esa demanda:
De un tiempo a esta parte, hemos observado en el lenguaje publicitario de ciertas empresas de seguros el predominio de palabras como “protección” o “cuidado”. Es algo congénito a las propias aseguradoras, pero es destacable la apropiación de emociones normalmente ligadas al ámbito de la familia. “Nadie te cuida como yo” o “Personas que cuidan de personas” son frases que remiten a los deseos más básicos del ser humano, esos mismos que están siendo amenazados. Desaparecen las fuentes tradicionales de bienestar, pero entra en escena un nuevo actor: el Mercado. Se trata de un actor que lucha por hacerse con cada ámbito de la vida, y la provisión de bienestar no iba a ser menos.
Ahora bien, cabe hacerse una última reflexión. Debemos saber quién nos está vendiendo este bienestar. Los productos de las aseguradoras no nos los venden un entrañable erizo, o un tenista de élite. Ni siquiera nos los venden los amables asesores de los anuncios.
Los seguros, este bienestar de pago, nos los venden las grandes compañías de seguros que juegan a especular con la deuda de los países, forzando a gobiernos a recortar en prestaciones públicas. Y son primos hermanos de los bancos que mantienen la economía en una nube de inestabilidad, y que luchan por convertir el mercado de trabajo en un completo ir y venir de precarios. O han tenido mucha suerte, y han sabido aprovechar la debilitación de las principales fuentes de bienestar, y la oportunidad de negocio que ha generado, o bien aquí a alguien le ha salido la jugada redonda. ¿No será que nos han quitado el pan para luego vendernos las migajas? Piénsese.
sábado, 24 de marzo de 2012
¿Una mentira mil veces repetida, se convierte en verdad?
domingo, 4 de marzo de 2012
Los agentes del Poder
Mirando los videos e imágenes de las cargas policiales del pasado 20 de marzo, uno no puede evitar hacerse una pregunta fundamental. Ante las gratuitas expresiones de violencia, ante acciones que, traspasando el límite de la preservación del orden ciudadano pasan a ser lo que, en cualquier otro contexto, obviando el uniforme policial, se consideraría una agresión con ensañamiento en toda regla, surge una pregunta inevitable: ¿Qué estará pasando por la cabeza de estos agentes?
Por una parte, tenemos la excusa de las autoridades, que tan solo menciono como detalle pintoresco, ya que se trata una justificación incoherente y falta de todo sentido: para unos, es una actuación proporcionada frente a unas supuestas agresiones físicas; para otros, no es más que estrategia policial, contra un enemigo organizado, y según los informes oficiales, los documentos verdaderamente vinculantes, las lesiones se explican porque los manifestantes “tropezaron y se hirieron al caer al suelo”, debemos suponer que repetidas veces, y encontrando en su camino las botas de la policía. Cada una de estas respuestas, más sorprendente que la anterior.
Por otra parte, no hay quien deja de ver esta acción como lo que es en un marco amplio: una estrategia de las instituciones del poder por mantener el orden mediante la violencia, y acallar una serie de voces críticas demasiado molestas, por el hecho de apuntar directamente al quid de la cuestión valenciana, que es la barra libre de gasto público de la que se han beneficiado sectores muy limitados de la gran burguesía nacional e internacional. Esta estrategia es, desde cualquier punto de vista, repugnante y vergonzosa, y así debería serlo para cualquier ciudadano con un mínimo de criterio.
No obstante, lejos de documentos institucionales y análisis sociopolíticos más amplios, en lo que me quiero fijar es en la faceta humana, en el ámbito de lo micro, lo personal. ¿Por qué una persona, por mucho uniforme que lleve, y por muchas órdenes que reciba, agrede de esta manera tan brutal a adolescentes pacíficos, que lo son, y que él sabe que lo son? ¿Por qué no se limita a cumplir con lo que se espera de él (despejar la vía pública) con un procedimiento más mesurado, que los hay? Para explicar el ensañamiento, e incluso, por qué no, la vileza que se observa en las actuaciones de ciertos agentes antidisturbios de este país (tales como provocar a los manifestantes, desde el escudo que les brinda su autoridad, para que éstos reaccionen y poder así cargar contra ellos), no puede pasar desapercibida la imagen al margen*.
Esta imagen prueba la conexión que, en muchos casos, existe entre la pertinencia a cuerpos de seguridad del estado, y un tipo determinado de personalidad. Theodor W.Adorno, sociólogo de mediados del siglo pasado, teorizó sobre este tipo de personalidad, caracterizada por la irracionalidad, la impulsividad o el pensamiento maniqueo (que no da lugar al consenso ni a términos medios), así como por la aceptación ciega de una autoridad superior y el deseo de imponer la propia autoridad sobre los rangos inferiores. Según Adorno, esta personalidad estaba ligada a ciertos ambientes familiares, y también a la frustración vital: al ver una persona incumplidas sus aspiraciones, canaliza esta tensión en forma de autoritarismo.
Aplicada la teoría al ejemplo, encontramos a un individuo, probablemente varón, que ha visto frustradas sus aspiraciones vitales, o que ni siquiera ha tenido unas, a causa del muchas veces sofocante sistema social en el que vivimos. Si esta persona desarrolla rasgos de esta personalidad autoritaria tenderá a buscar siempre situaciones de violencia, donde pueda imponerse a los demás mediante el uso de su fuerza, o simplemente, ejerciendo una autoridad, escudado en una placa, y encontrando satisfacción en el hecho de ordenar a otra persona lo que tiene que hacer. Esta teoría nos sirve ahora para hacer una reflexión. ¿Existen, entre los cuerpos de seguridad, actitudes favorables a este tipo de actuaciones? ¿Tienen las personas que tienen que velar por nuestra seguridad una especial afinidad por la violencia, o los valores irracionales y agresivos? ¿Podríamos llegar a pensar que incluso se premiara este tipo de actitud en ciertos cuerpos, como pueden ser los antidisturbios?
Si la respuesta a estos interrogantes fuera afirmativa, nos encontraríamos con un hecho preocupante: la utilización, por parte del poder, de cierto tipo de individuos violentos, para ejercer de brazo ejecutor de una violencia que éste no se puede permitir por su posición institucional. Es decir, los grandes poderes utilizarían agentes violentos para llevar a cabo sus acciones más turbias.
Por otro lado, dejemos de extrañarnos de esto, y pensemos en los camisas negras italianos, pagados por los grandes propietarios en los años 20, para intimidar o incluso asesinar a los representantes sindicales, o en el pistolerismo barcelonés de la misma época. Ahora pensemos en los simpatizantes seudofascistas que se han dejado ver últimamente por las manifestaciones de Valencia, para intimidar a ciertos sectores de los manifestantes, o provocar un enfrentamiento, y preguntémonos por qué no habían hecho acto de presencia antes de que este asunto adquiriera una trascendencia nacional.
*cabe señalar que la foto del margen no corresponde, como se ha pensado, a las cargas policiales de éstos días, sino que pertenece a un subinspector de policía que lo lucía durante los desalojos del barrio del Cabanyal en 2010; unos hecho, por cierto, que no todo el mundo recuerda con estos nuevos episodios de violencia policial, que no se alejan demasiado de aquellos otros.